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FAN FICTION: " CELOS Y RELINCHOS " |
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Autora:
Galleguita 3112
Un
rasante zumbido la despertó, y sus ojos comenzaron a abrirse lentamente,
dejando que la imagen fuera formándose poco a poco. Primero una línea oscura,
la tensión del movimiento detenido
abruptamente, el contorno íntimamente familiar de una mano y por último el
trayecto de una gota de líquido rojo y oscuro descendiendo sobre sus labios. Se incorporó sobresaltada y en
un gesto instintivo rozó con la lengua el salado sabor de la sangre en su boca.
Xena aún sostenía la flecha detenida entre sus dedos, una línea rojiza
descendía lentamente por su mano y escrutaba el horizonte con preocupación. G: –¿De dónde vino eso? X: –Hasta donde sé, de detrás
de ese monte... Se puso de pie y examinó la
flecha con atención, sin dejar de mirar hacia la arboleda. G: –¿Estas bien? Estas
sangrando, déjame ver... X: –No estoy sangrando...
Esta bien... Gabrielle se paró también,
concentrándose en observar el corte en la mano de Xena. G: –Xena, es sangre... Te
cortaste al detener la flecha... X: –¡¡¡Al piso
Gabrielle!!! Xena se arrojó contra ella
haciéndola caer al suelo, y ambas vieron cómo una nueva flecha se incrustaba
ahora sobre el árbol detrás de ellas... G: –Creo que nuevamente
alguien quiere matarte... ¿Es que nunca podemos amanecer en paz...? Otra vez de pie, Xena volvía a
observar hacia el norte con preocupación. Aún en el suelo, Gabrielle
la miraba
moverse, mientras intentaba incorporarse. G: –No, Xena, lo digo en
serio. Siempre algo tiene que suceder, ayer medio ejército, hoy un par de
flechas, mañana... X: –Shh... Gabrielle, cállate. G: –¿Qué me calle? Muy
bien... quieres que me calle... ¿Siempre quieres eso, verdad? Cállate
Gabrielle, de acuerdo, voy a callarme... Alguien quiere matarte pero eso es
rutinario para ti de modo que mis palabras te desconcentran... X: –Seguramente alguien
quiere matarme, y sabe cómo hacerlo... G: –¿Qué? X: –Gabrielle, estas flechas
no iban dirigidas a mi... Y quien quiera que sea el que tensó esa ballesta,
sabe que si daba en el blanco me hubiera quebrado para siempre... G: –Xena... yo... Una coloración vidriosa invadió
las pupilas de Gabrielle... Ya de pie, miraba a Xena sin decidirse a pronunciar
las palabras... Cuando de repente la vio girar sobre sí misma y lanzar el
chackram que surcó el aire con un susurro metálico y partió en dos la tercera
flecha que amenazaba a su eterna compañera de aventuras. X: –Te lo dije... Alguien
quiere matar a Argo... –dijo Xena mientras detenía el chackram con la mano. El rostro de Gabrielle se
desencajó. G: –¿Argo? X: –Sí, Gabrielle, quédate
con ella. Voy a encargarme de que ese arquero comprenda que se ha metido con el
blanco equivocado... Mientras se ponía de pie,
Gabrielle miró cómo Xena se alejaba en busca del atacante. Llevó un dedo a su
boca, limpió el resto de sangre que aún manchaba la comisura de sus labios, y
lo observó con curiosidad. Sangre. Nunca antes la había visto sangrar al
detener una flecha. Sacudió la tierra de su cuerpo y buscó la silueta de Xena
entre la arboleda. Se deslizaba como una fiera, Gabrielle sabía que nunca
lograría verla desde allí. Argo relinchó. G: –¿Con que percibes que
estás ante un inminente peligro de muerte? ¿Eh?... Sí, y tu y yo sabemos que
no estoy hablando de esas flechas... Probablemente ahora ya haya sido cortada la
circulación de sangre al cerebro de tu atacante... De modo que no sé por qué
te quejas... Nuevamente Argo relinchó y
retrocedió elevando la cabeza en señal de desconfianza... G: –Tranquila, no hablaba en
serio... No voy a matarte... Además, después de todo, tu la conoces desde
antes que yo y es lógico que intente defenderte... Y... ¡por los dioses! no sé
que hago... ¿Estoy hablando con un caballo? Ya desesperado, el animal soltó
la rienda y empujando a Gabrielle con sus patas traseras la sentó de un golpe
contra el piso, apartándola del curso de un dardo, que fue desviado por el
chackram justo cuando iba a incrustarse en la montura de Argo, quién
astutamente había girado para protegerse. X: –¿Estás bien? –dijo
Xena acercándose. Un segundo antes de que
Gabrielle fuera abrir la boca para contestar, aún maltrecha por la patada del
caballo y tirada en el piso, Xena agregó: X: –Claro que estás bien...
Eres un animal muy inteligente... Siempre sabes cómo librarte del peligro... Ni
siquiera se para qué me preocupo... Incluso protegiste a Gabrielle... G: –Xena... X: –Ya me encargué del
arquero, puedes estar segura de que ese fue su último dardo G: –¡Xena! X: –¿Sí? ¿Qué pasa? G: –¿Puedes ayudarme aquí? X: –Vamos Gabrielle, ¿qué,
no puedes pararte sola? La indescriptible mirada que
Gabrielle le dedicó hizo que Xena le tendiera una mano y la ayudara a
incorporarse. Luego la observó con detenimiento, acaso por primera vez en el día. X: –Te ves terrible esta mañana... Verdaderamente su aspecto era
deplorable. Diez minutos antes estaba durmiendo y en un rato había terminado
absolutamente maltrecha, llena de tierra y dolorida. Las palabras de Xena no
lograron más que alimentar el ya colérico humor de Gabrielle, que sin embargo
se contuvo X: –Tenemos que irnos de aquí...
Aún necesitamos estar en Amphípolis antes del anochecer, quisiera que Argo
duerma en un establo y no a la intemperie. Algo me dice que esto no termina aquí...
Debe haber alguien más detrás de todo esto. G: –Xena, nada va a pasarle a
Argo... tu lo dijiste, es un animal tan sagaz, ni siquiera te necesita. Es como
tu, que no necesitas a nadie. X: –No es cierto, todos
necesitamos a alguien... G: –Bueno, ya creía que... X: –Todo guerrero necesita un
caballo y no estoy dispuesta a sacrificar al mío. Vamos, en marcha... quiero
estar en Amphípolis antes de que anochezca. Argo relinchó, Gabrielle juntó
las cosas rumiando una serie de palabras ininteligibles aún para el aguzado oído
de Xena y cautelosamente se pusieron en camino. ********** Unas horas más tarde, Xena se
percató del silencio de su compañera... X: –¿Qué pasa que estás
tan callada? Gabrielle no contestó... X: –Gabrielle, te estoy
hablando... G: –Ah... era a mí... X: –¿A quién sino? G: –Pensé que hablabas con
Argo. X: –¿Te sucede algo? G: –No. X: –Es que siempre hablas de
algo cuando estamos caminando y llevas un rato sin decir nada... G: –Me pediste que me callara
¿o no? X: –¿Yo? ¿Cuándo? G: –Cuando tu querida Argo
estaba en peligro... ¿no recuerdas? X: –Ah, eso era, estás
ofendida. G: –No no lo estoy. Y deberías
lavarte esa herida... X: –No es nada, fue un rasguño
ni siquiera sangró... G: –Sí sangró, y deberías
lavarla y vendarla. X: –Perderíamos tiempo. G: –Podríamos ir hasta un
arroyo, tu te curas esa herida y yo puedo bañarme... realmente lo necesito... X: –Bueno... G: –Podrías bañarte tu
también... conmigo... X: –Sí, definitivamente
vamos a desviarnos un poco, creo que Argo tiene sed... Alteraron un poco el rumbo y
una horas más tarde llegaban a un arroyo... Gabrielle se adelantó unos metros,
apresurándose por tocar el agua. X: –¿Y está buena? G: –¡Hermosa! Voy a meterme
inmediatamente, ven conmigo no me gusta bañarme sola. X: –No, creo que realmente
voy a lavar y a vendar esta mano... G: –Luego, Xena, ven... X: –¿Por qué no lavas a
Argo? Creo que ella también tiene calor, así no te bañas sola. Mientras tanto
yo me encargo de este corte y perdemos menos tiempo... Gabrielle dejó su ropa en la
orilla y se metió en el agua. Definitivamente era un día atípico, y Xena
estaba demasiado obsesionada con Amphipolis y su caballo y las flechas... No era
que ella necesitara ser el centro de la atención de Xena, eso estaba claro...
Pero ni siquiera había querido meterse en el agua con ella... Y si había algo
que definitivamente no iba a hacer era lavar a Argo, eso estaba decidido. X: –¿No esperas a Argo? G: –No, deseo estar tranquila
en el agua... Y voy a quedarme así un rato... X: –Como quieras... Pero nos
vamos en cinco minutos, ni bien Argo beba y yo termine con esto. G: –No... X: –Sí, Gabrielle, sino
llegaremos de noche... G: –¿Y por qué no pescas un
poco? X: –¿Pescar? Gabrielle sonrió con
satisfacción. Pescar. Lo había logrado. Xena no podía resistirse a eso. Al
menos podría bañarse tranquila un rato más. Y estaba en lo cierto, porque se
quedaron allí un par de horas, hasta que Xena se hartó de sacar peces del
agua... Mientras se secaba, Gabrielle
observó los peces que Xena había colocado a su lado en el piso. G: –Por lo menos tendremos
una cena decente... X: –Sí, pero es demasiado
tarde... Vamos a tener que adelantarnos... Ya que no llegaremos a Amphípolis de
día... creo que lo mejor será hacer noche en una cueva que está a unas horas
de aquí... Además, mira el cielo, va a llover en cualquier momento. La mente de Gabrielle revoloteó:
cueva, lluvia, noche... pescado asado... Definitivamente el rumbo del día
estaba cambiando. Ya casi podía rememorar el erótico sabor de la sangre en su
boca. Miró a Argo con burla y terminó de vestirse. Sí, el día estaba
reencausándose, y una noche en una cueva, siempre sería mejor que dormir en
casa de Xena, escuchando la perorata de su madre acerca de esos nietos que tanto
deseaba... Gabrielle estaba tan feliz que
se la pasó hablando durante todo el camino. ********** Cuando llegaron a la cueva ya
estaba cayendo el sol y comenzaba a hacer un poco de frío. Mientras Xena encendía
el fuego, Gabrielle abría los peces para asarlos. El horizonte tenía un color
casi nacarado y los árboles proyectaban sus sombras oscilantes y temblorosas
sobre la entrada de la gruta. Pronto la oscuridad fue atravesada por el crepitar
del fuego y el aroma de los peces sobre las llamas. Agachada frente a la fogata,
Xena alejaba algunas de las ramas que no usarían, cuando de repente sus ojos
encontraron el pie descalzo de su compañera. Sentada sobre una roca, Gabrielle
miraba la fogata mientras su mente divagaba un poco acerca de todo lo que había
sucedido. Xena inspiró profundamente, y sin dejar de acomodar los leños,
dirigió una mirada hacia Gabrielle, diciéndole: X: –Huele bien... G: –Mmm... Sí... no puedo
esperar probarlo... Realmente tengo hambre... X: –Me refería a ti... El baño
te ha hecho efecto... G: –Ja-ja-ja... muy
gracioso... X: –Y yo tampoco puedo
esperar para sentir ese sabor... Gabrielle buscó la mirada de
Xena detrás de la frase, pero la guerrera estaba ya de pie acomodando sus armas
en un rincón de la cueva, como si las últimas palabras jamás hubieran sido
pronunciadas. Un profundo trueno resonó en horizonte. Gabrielle se puso de pie,
salió de la gruta y miró hacia arriba. La oscuridad era casi total y
seguramente habría lluvia durante la noche y buena parte del día siguiente. Un
relámpago impreciso quebró el manto de nubes... G: –Zeus está ofuscado esta
noche. Comenzaron a caer las primeras
gotas. X: –Entra a Argo,
Gabrielle... Va a mojarse... Gabrielle refunfuñó para si
mientras buscaba a Argo bajo la lluvia, que poco a poco se volvía cada vez más
copiosa. Argo, siempre Argo... ¿Acaso no merecía ella igual interés por parte
de Xena? Argo va a mojarse. Argo tiene sed. Argo casi es herido por esa flecha.
Todo guerrero necesita un caballo... Agh... las palabras de Xena se enredaban en
su cerebro. ¿Y dónde demonios estaba ese condenado caballo? El cielo estaba completamente
encapotado, pero a la izquierda, sobre el monte, un hueco de oscuridad cerrada
se presentaba libre de nubes. Gabrielle observaba cómo una estrella fugaz
atravesaba esa porción descubierta de cielo al desplazarse sobre el firmamento,
cuando escuchó nuevamente la voz de Xena: X: –¡Apresúrate! No quiero
que Argo se moje... Justo en ese instante tropezó,
salpicándose con el barro, y un segundo antes de que su cabeza se golpeara
contra la roca, casi sin pensarlo, deseó ser Argo. La estrella brilló durante un
par de segundos con mayor fulgor. ********** Preocupada por la demora de su
compañera, Xena salió de la cueva... Un sospechoso silencio se humedecía bajo
el agua, mientras la guerrera protestaba internamente por todo lo que tardaría
en secarse el cuero con esa lluvia. De repente, sus pensamientos se detuvieron y
quedó paralizada ante el desolador espectáculo. Vio a Gabrielle tendida en el
suelo, su caballo había desaparecido, y sobre el árbol alguien había clavado
un trozo de pergamino con una nota. Solo
la tomaré prestada. Tu sabes... quiero cruzarla con mi caballo. Alguna vez me
darás lo que deseo, y necesitaremos una montura digna para nuestro descendiente Ares Xena estrujó el pergamino en
sus manos y se volvió hacia el cuerpo yaciente de Gabrielle. La joven no estaba
muerta, solo desvanecida por el golpe... X: –¡Por los dioses! ¡¡Gabrielle!!
Despierta, Gabrielle... ¡Despierta! Xena se acercó a ella y
corriendo los rubios cabellos de su rostro intentó reanimarla una y otra vez.
No tenía caso... Entonces, con un gesto acaso demasiado usual, unió sus labios
a los de su compañera e insufló aire a sus pulmones hasta hacerla
reaccionar... Luego de un par de segundos, la
rubia mujer delante de ella abría finalmente los ojos y miraba el mundo con
curiosidad, como si una nueva gama de colores se desplegara por primera vez ante
sus pupilas. X: –Háblame, Gabrielle, di
algo. Ya repuesta, y sin comprender
nada, excepto que Xena parecía confundirla con alguien más, Argo intentó
relinchar para responderle, pero no sabía cómo articular los sonidos dentro de
esa garganta extraña. No podía hacerlo. X: –Ya, está bien,
Gabrielle. El golpe debe haber sido lo suficientemente duro como para hacerte
perder el habla. Es normal, quizás tardes un par de días en volver a hablar...
Será duro, pero tendremos que convivir con eso... Xena soltó una carcajada y una
sonrisa estúpida se dibujó en el rostro de Argo, que no entendía una palabra
de lo que su ama decía. X: –Bueno, ahora ponte de
pie... Ven, voy a ayudarte. Argo hizo un gran esfuerzo por
sostenerse tan solo sobre dos patas, y en su primer intento fue a parar de
bruces al piso. X: –El golpe te ha hecho
perder también el sentido del equilibrio... Ven, te ayudaré... Xena y "Gabrielle"
entraron nuevamente en la cueva. La guerrera se sorprendió un poco al ver que
su compañera no se sentaba, sino que se tiraba en el suelo sobre uno de sus
lados y la observaba moverse con los ojos enormemente abiertos. X: –El maldito de Ares estaba
detrás de todo esto. Espero que estés repuesta mañana por la mañana, porque
iremos directamente a enfrentarnos con él para que me devuelva a Argo... ¿Puedes
creer que quiere cruzarla con su caballo? De toda esa frase, lo único
que Argo encontró inteligible fue su nombre, e internamente se tranquilizó.
Finalmente comenzaban a entenderse... Xena sacó los dos suculentos
peces del fuego y luego de trozar uno, se lo alcanzó a "Gabrielle".
Argo retrocedió instintivamente ante el olor de la carne asada... Xena se
sorprendió, pero luego dijo: X:
–Entiendo... Todo ese embrollo ahí afuera te ha quitado el apetito... Quizás
quieras escribir... ¿Qué le pasaba a su dueña?
Argo no podía comprenderlo... como tampoco podía comprender su cuerpo. Su
instinto animal le decía que algo andaba mal... Pero cuando Xena se acercó a
ella con la pluma y los pergaminos, volvió a calmarse. Ahora todo estaba claro
nuevamente... Xena dejó los papiros al lado
de "Gabrielle" en el piso, y volvió a acercarse a la fogata.
Nuevamente sentada, se concentró en esa exquisita porción de pescado que iba a
devorar. Pero su boca quedó completamente abierta frente el espectáculo que
tenía ante sus ojos. "Gabrielle" estaba en
cuatro patas y un trozo de pergamino colgaba de la comisura de sus labios,
mientras se apresuraba por seguir comiendo el resto de los papiros con avidez. Cuando pudo reponerse, Xena se
abalanzó hacia ella. X: –¿Qué haces? Creo que el
golpe te ha afectado realmente. ¡¡Te estas comiendo los pergaminos!! Esta bien
que nunca los leo, pero tampoco hay por qué privar al mundo de eso ¿verdad?
Ya, Gabrielle, deja de comer eso... Argo la miraba con los ojos
desmesuradamente abiertos y sin comprender una palabra. ¿Qué le pasaba a Xena?
Ella nunca le gritaba así, el animal percibía cierta agresividad por parte de
la guerrera, una agresividad que le resultaba absolutamente extraña. Xena le quitó los pergaminos y
le acarició la cabeza con una mano. Ese gesto si lo reconocía. Argo se refregó
contra la palma de la mano de Xena buscando mayor placer en el contacto... X: –Estamos algo mimosas
hoy... ¿verdad? Argo sintió el familiar
contacto de los dedos de Xena en su pecho, claro que no era lo mismo el contacto
sin su pelaje... pero se sentía definitivamente bien... Justo cuando el rostro
de Xena se acercaba insinuantemente hacia el de su compañera, Argo sintió que
los pergaminos no le habían sentado tan bien después de todo, y un sonoro
eructo salió de su garganta... Bueno... ese cuerpo no le era tan ajeno y después
de todo era posible emitir algún tipo de sonido... El rostro se Xena se petrificó.
X: –Sí... Creo que mejor lo
dejamos para otra ocasión... Demonios, pensó para sí,
verdaderamente el golpe la ha dejado extraña. Eso es más digno de mí que de
ella. Creo que vamos a dormir temprano esta noche. Xena tendió las mantas en el
suelo y comprendió el hecho de que Gabrielle no quisiera acostarse a su lado
esa noche. Debe sentirse apenada por lo de recién. Mañana le explicaré que es
una reacción natural... Pero no hoy... creo que esta un poco alelada por el
golpe aún. Argo cerró los ojos al ver que
su dueña se disponía a dormir. Minutos más tarde, la
silenciosa oscuridad de la noche fue interrumpida por una sonora ventosidad y un
aroma desagradable... Esta vez Argo no se sobresaltó... si había algo que
finalmente había aprendido a hacer después de todos estos años, era disculpar
los exabruptos de su dueña... ******* Aún no había amanecido cuando
Gabrielle sintió la suave caricia de una mano sobre su cabeza y luego una cariñosa
nalgada..."¿Xena?" quiso balbucear... pero solo pudo emitir un soñoliento
relincho... Abrió los ojos sobresaltada y encontró a Ares de pie delante de
ella. Cuando, indignada, quiso pararse, le resultó imposible. Solo logró
sostenerse en cuatro patas, y absolutamente desencajada comprendió lo que había
sucedido. El golpe, la roca, la estrella, Argo... Era Argo... Ares percibió el odio en su
mirada. A: –No pareces un animal...
Me miras con más asco que la propia Xena... No importa... ya probarás lo que
es bueno si te resistes a cumplir con tus obligaciones. Espero que no seas tan
reacia al contacto masculino como tu dueña. Gabrielle estaba desesperada
por insultar a Ares... Y no hacía más que emitir relincho tras relincho sin
lograr articular palabra alguna. A: –Demonios... Creo que a
Xena le gusta rodearse de seres que no puedan mantener la boca cerrada, como tu,
o esa condenada rubia presuntuosa e insufrible. Gabrielle estaba a punto de
llorar de la bronca, pero se serenó. Debía haber alguna forma de lograr salir
de esa situación antes de que la espalda la terminara matando. Estar arqueada
todo el día no era exactamente lo que tenía en mente cuando deseó ser un
caballo. A: –Espero que no te duela la
cabeza... Porque mi muchacho está ansioso por conocerte. Dijo Ares al tiempo que emitía
una sonora carcajada... E inmediatamente Gabrielle tuvo la certeza de que ese
maldito pensamiento que se le había cruzado segundos antes era correcto: Argo
estaba en celo. Ares lo sabía y por eso quería cruzarla con su caballo. De
modo que o escapaba... o tendría que vérselas con ese caballo y... Solo de
pensarlo le dieron nauseas... En una buena se había metido... A: –Pero de todas formas, por
ningún motivo dejaré que alguien piense que te hemos maltratado, así que aquí
tienes todo un fardo de pasto para ti sola. Luego
de decir eso, Ares salió del establo. Gabrielle miraba la comida que le habían
dejado, mientras evocaba el sabor del pescado que no había podido comer la
noche anterior. Además... ¿por qué demonios no le había hecho caso a Xena?
Tendría que haber bañado a Argo en aquel arroyo, ahora tenía un olor que
apestaba. Aún
estaba pensando cómo salir de esa situación cuando Ares volvió a entrar en el
establo y la tomó de las riendas. Gabrielle decidió no resistirse ya que el
hecho de salir de allí le proporcionaría al menos la ventaja de cambiar de
situación e idear un plan para escapar. Pero
cuál no sería su asombro al ver al magnífico animal con el que pensaban
cruzarla. Gabrielle sabía que debía idear pronto la manera de escapar, antes
de pasar por una tortuosa experiencia que necesariamente recordaría durante el
resto de su vida. Ares
la introdujo en el cercado donde se encontraba el animal y cuando estaba a punto
de deslizar la tranca el chackram partió en dos el metal de la traba. Gabrielle
relinchó de felicidad al ver que Xena venía a rescatarla, y luego se sintió
nuevamente deprimida cuando comprendió que era a Argo y no a ella a quién la
guerrera venía a salvar... Acompañada
por su grito de batalla, Xena dio un par de saltos en el aire hasta caer sobre
el caballo de Ares y una vez sobre el animal puso su espada contra el cuello. X:
–Ares... O terminas con esto aquí... o tu lindo semental muere ahora... A:
–Xena... ¿qué vas a hacer? Ten cuidado, ten mucho cuidado con esa espada... X:
–Hoy tengo el pulso débil... y creo que si no me das tu palabra de que esto
termina aquí, te quedas sin montura. Ya acabé con tu arquero... creo que este
animal es el que sigue... En
medio de la discusión "Gabrielle" corrió hacia el caballo y para
asombro de Xena, comenzó a refregarse contra él... La guerrera primero se
sorprendió, pero inmediatamente después comprendió todas las actitudes extrañas
de "Gabrielle", fundamentalmente ese incomprensible y mantenido
silencio, y esos modales groseros... A:
–Ya, basta Xena, detente... X:
–Te propongo un trato, Ares... Tu caballo, por mi caballo... A:
–¿Y la rubia? X:
–La rubia no es parte del trato, ella se queda conmigo, porque vino conmigo... A:
–De acuerdo... Pero deja de amenazarlo con esa espada... ********* Minutos
más tarde Xena, "Argo" y "Gabrielle" caminaban hacia
Amphípolis... X:
–A ver si comprendo... dijo Xena... Gabrielle, aquí a mi lado, es en realidad
Argo... Y mi caballo eres tu... ¿verdad? "Gabrielle"
seguía caminando en cuatro patas, con cara de idiota, mientras "Argo"
se esforzaba inútilmente por hablar, relincho tras relincho... X:
–Vamos a poner esto en orden. Argo, deja ya de comer pasto –dijo Xena
haciendo que "Gabrielle" se parara sobre sus dos pies– Y tu,
Gabrielle, deja de relinchar que me estás aturdiendo... Si solo pudiera saber cómo
diablos llegamos a esta situación, quizás podría solucionarlo... "Argo"
intentó explicarle la historia de la estrella y el deseo una vez más, pero
solo salían relinchos de su hocico. Y estaba tan preocupada por hacerse
entender, que no vio el pozo delante de su pata delantera y tropezándose se pegó
un tremendo golpe al caer de cabeza contra el piso. ********** X: –¡Por los dioses! ¡¡Gabrielle!!
Despierta, Gabrielle... ¡Despierta! Cuando Gabrielle abrió los
ojos, todavía era de noche y la lluvia caía aún con mayor estrépito que
antes. X: –Háblame, Gabrielle, di
algo. G: –Xena... No pude encontrar
a Argo... X:
–Está bien, ya vendrá,
ella puede protegerse sola... Eres tu quien me preocupa... ¿Estás bien? G: –¿Yo te preocupo? X: –Claro... y te estas
mojando... Vamos, entremos a la cueva... G: –¿Pero qué va a pasar
con Argo? X: –Cuando estés repuesta
dentro de la gruta, la voy a llamar... ¿Segura de que estás bien? G: –Sí, fue solo un golpe...
y creo que tuve un sueño extraño... X: –¿Un sueño? Si fueron
solo dos minutos... Vigila los peces, no quiero que se pasen... Una vez que dejó a Gabrielle
recostada sobre las mantas, Xena se dirigió hasta la entrada de la cueva y silbó
llamando a su caballo. Cuál no sería su asombro al sentir que Gabrielle se
abalanzaba corriendo hacia ella. X: –¿Qué pasa, Gabrielle?
Te dije que te quedaras adentro... ¿por qué saliste? G: –Yo... eh... no lo sé...
tu silbaste y... X: –Estoy llamando a Argo, ¿Desde
cuándo eres tu la que responde a mis silbidos? Dio la espalda a la entrada de
la gruta mientras se disponía a llevar a Gabrielle nuevamente sobre las
mantas... Cuando estaba a punto de volverse sobre sí misma sintió una aire húmedo
y una caricia en su trasero. Al girar se sorprendió aún más al ver a Argo mirándola
con los ojos abiertos, después de haberla rozado con el morro
provocativamente... X: –¿Pero qué demonios les
sucede a ustedes dos hoy? –dijo Xena, un poco alterada. Gabrielle y Argo intercambiaron miradas, y un silencio cómplice se estableció entre las dos. –THE END– |